lunes, 31 de mayo de 2010

Segundos pasos, segundos días


Hoy se cumple un año desde que escribí mi primera entrada en este blog. Releyéndola me encuentro con esa religión del 1 y de las primeras veces; y no conozco una forma mejor de celebrar este pequeño aniversario que hablando de los segundos pasos.
Vivimos en un mundo que, por norma general, idolatra al número 1. Parece que hay que ser el mejor en algo, luchar por quedar siempre el primero en una carrera o en cualquier competición; y todo ello, más que por la satisfacción personal que eso conlleva, con el único fin de granjearnos un lugar privilegiado dentro de una sociedad que nos cubra de admiración y de elogios.
También somos fetichistas de las primeras veces y esperamos con ansia los primeros pasos de un bebé o sus primeras palabras, conservamos un recuerdo especial de nuestro primer amigo, nuestro primer amor, el primer beso, la primera cita, el primer polvo... Coleccionamos cada una de esas primeras veces como si de un tesoro se tratase y reservamos el mejor lugar de nuestra memoria para conservarlas intactas, ya que no queremos que nada ni nadie haga desaparecer esa magia que las rodea.
Sin embargo, esas primeras veces, ese número 1, no es más que un símbolo solitario que no implica absolutamente nada. Muchos son (somos) los que creen (creemos) ver en esos primeros pasos la ilusión de todo principio y todo lo que vendrá después. Pero, en realidad, el número 1 no anuncia nada más que eso: una sola vez, un solo lugar, un solo hecho.

Si queremos definir una recta necesitamos al menos 2 puntos. Y es por eso que de una vez por todas el número 2 se deshace de todos sus complejos de eterno segundón y se atreve a reivindicar su importancia y su necesidad.
Sin el número 2 no habría continuidad, ni futuro, ni ilusión. Porque lo que de verdad nos ilusiona es la proyección de nuestros pasos hacia delante, y saber que después de hoy habrá un mañana.
Sin ese segundo paso después del primero nos caeríamos y nada nos asegura que seremos capaces de volver a andar. Porque para construir una frase no nos basta con una sola palabra, necesitamos todas aquellas que vienen a continuación y que convierten un jeroglífico de letras en lenguaje y nos permiten comunicarnos y, a veces, hasta entendernos. Porque después de ese primer beso en lo único que podemos pensar ya es en cuándo llegará el segundo. Porque cualquier cosa, cualquier proyecto que queramos realizar en nuestra vida, necesita de un 1 que abra la puerta, pero si queremos cruzar el umbral y descubrir todo lo que nos espera al otro lado, si queremos continuar andando sin tropezar, necesitamos de la existencia del 2. Porque ese 2 ya no es un número solitario, sino el principio de un camino.
Si no fuese por la existencia del 2, no llegaríamos nunca a conocer el 3, ni el 4, ni el 5... Ese 2 sí que anuncia una buena nueva. En ese 2 ya brilla una chispa de ilusión.

Como casi todo el mundo sigo (y seguiré) siendo un enamorado y un coleccionista de primeras veces, pero lo que de verdad me apasiona son los segundos pasos.

A los segundos días


jueves, 6 de mayo de 2010


Existen tantas situaciones para las que no estamos preparados...
Intentamos seguir un camino más o menos establecido que nosotros mismos hemos decidido, en el fondo casi todos seguimos siendo ese niño que intenta colorear el dibujo sin salirse de la raya, pero por mucho que queramos mantener firme el paso: es imposible.
Acabamos cometiendo errores y resolviendo problemas en los que jamás antes habíamos pensado; descubrimos personas, lugares y melodías que están a más de varias jornadas de nuestro camino principal, y lo peor de todo es que son esas cosas las que acaban siendo el camino principal.
Nos obcecamos toda la vida en dirigir nuestro camino, nuestro futuro... y al final muchas de las cosas más importantes, las que más nos llenan, nacen de la casualidad.

Adoro esa casualidad.

Hay muchas situaciones para las que no estoy preparado, simplemente porque se salen de mi camino, porque nadie me dijo que tendría que enfrentarme a ellas. Y sin embargo, eso es lo que hace que sean tan especiales, lo que las hace únicas: que nunca sabemos lo que nos vamos a encontrar.

Quiero vagar sin camino, no quiero estar preparado para el futuro...

¿improvisamos?