domingo, 21 de junio de 2009

Segunda parada: Lübeck (versión 1)


Si hay algo que caracteriza Lübeck debe ser su inexistencia. Puede parecer extraño, pero cualquiera que haya estado alguna vez allí lo sabe: Lübeck no existe, y esto no es así tanto por su condición de ciudad fantasma (condición que no deja de poseer) como por tratarse de una ciudad de cuento.
Sólo una ciudad de cuento puede poseer tantas casas de chocolate en cuyos interiores Hänsel y Gretel luchan entre la vida y el azúcar.



Iglesias que podrían ser castillos, oscuros pasadizos, plazas donde bien pudieron realizarse justas medievales...y todo ello en una ciudad que no es una ciudad, sino una isla que dos ríos separan de la realidad. Una ciudad de tejas rojas. Una ciudad de frío escandinavo, brisa oscura y luz tenebrosa (especialmente bajo los enormes picos verdes de sus iglesias).
No me extraña que una ciudad con casas que protagonizan historias (Los Buddenbrook) haya dado a luz a dos genios: Thomas Mann y Günter Grass.

Mientras el león que vigila a la entrada de la ciudad siga soñando con ella, no hay problema de que desaparezca.


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