miércoles, 10 de junio de 2009

Un cuerpo de nombres (y sus sombras)


Qué desgracia saber tu nombre aunque ya no conozca tu rostro mañana, los nombres no cambian y se quedan fijos en la memoria cuando se quedan, sin que nadie pueda arrancarlos.

Busco nombres y a veces encuentro rostros (más o menos difusos). Hay veces que veo rostros y sólo puedo asociarles historias, mentiras, e incluso nombres. Otras veces no encuentro nada.
No sé si somos nombres, pero casi siempre es lo primero que conocemos de alguien. Puedo nombrarte (con mi boca o mi cabeza) pero si te miro a los ojos siempre me encuentro con el desorden de tu nombre.
Y sólo entonces me doy cuenta de que Lili Marleen simpre ha tenido para mí el nombre (y el rostro) de Ute Lemper o Marlene Dietrich. Dos personas, dos rostros pero un mismo nombre.
En los sueños es como si los nombres bailaran un vals con los rostros. Todos se confunden y se mezclan, y ya no importa quién es quién, ni si él es ella, o yo soy tú. Sé que al final de la noche los rostros se desharán de sus nombres y los nombres se sentirán desnudos sin sus apellidos.
Con las ciudades es igual que con las personas. Un día estás en Estambul y al girar la calle ya es Bizancio o incluso Constantinopla. ¿Ciudad o recuerdos? Intentamos designar con nombres los lugares, y sin embargo los lugares comunes de nuestra infancia hace tiempo que cambiaron de nombre.
Me miro al espejo (mientras me afeito o me lavo los dientes) y no sé si soy Álvaro, Yoren o Cello. (Es casi imposible no acabar siendo quien los demás creen que eres). Pero ni siquiera sé si soy el mismo de ayer o de hace un año. Y no es que uno no cambie, sino que el espejo no tiene memoria.
¿Quién eres tú? ¿Quién soy yo? Cuando te pregunto quien eres, la respuesta nunca puede ser un nombre.

Un nombre puede poseer la terrible virtud de ser inolvidable, algo cuya imagen puede acabar por hacer enloquecer a la gente. Pero además de nombres inolvidables también hay nombres que no podemos olvidar (que no tiene porqué significar lo mismo).
Podemos convertir un nombre en una oración, un conjuro, una canción o una receta.

Pero raras veces un nombre es sólo un nombre

Tu nombre en mi nombre En tu nombre mi nombre
Uno frente al otro uno contra el otro uno en torno al otro
El uno en el otro
Sin nombres



1 comentario:

Unknown dijo...

También empezaba a llegar a la conclusión de que debía aprender a leer. Ese asunto de la lectura parecía ser la clave de la magia de magos, que era todo cuestión de palabras. Los magos creían que los nombres eran lo mismo que las cosas, y que si cambias el nombre, cambias la cosa. O algo por el estilo...
Terry Pratchett, "Ritos iguales"

Es curioso, porque llevo un par de días dándole vueltas a usar esta misma cita en un post. A lo mejor lo acabo haciendo XD